La enfermedad mental en la Sociedad Industrial

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Nuestra excelsa y progresista sociedad no sólo no ha dejado de albergar a muchísimos enfermos mentales sino que, además, su propia estructuración lleva, a otros muchos, a un estallido nervioso y a que sea crónica su dolencia:

«Hoy día, aproximadamente 450 millones de personas padecen un trastorno mental o del comportamiento, pero sólo una pequeña minoría recibe siquiera el tratamiento más elemental. En los países en desarrollo, a la mayoría de las personas con enfermedades psiquiátricas graves se les deja que afronten como puedan sus cargas personales, como la depresión, la demencia, la esquizofrenia y la toxicomanía.» (1)

Y mientras más “excelsa” la sociedad más dramático es el espectáculo del hombre máquina que se ahoga en un mar de alcohol, narcóticos y estrés:

«Se ha demostrado repetidamente que la esquizofrenia sigue un curso menos grave en los países en desarrollo (Kulhara y Wig 1978; Thara y Eaton 1996). Por ejemplo, en uno de los estudios internacionales multicéntricos, la proporción de pacientes en remisión total [eliminación de los síntomas] a los dos años era del 63% en los países en desarrollo, frente al 37% en los países desarrollados (Jablensky et al. 1992). » (2)

Eric Fromm apuntó y acertó al respecto, pues en Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955) ya advertía tal manifestación, y pronosticó que a cada vez más individualización y competitividad – o a cada vez más industrialización- menores relaciones sociales satisfactorias que a su vez se convertían en menores soportes ante la frustración. (3)

Asimismo la sociedad excelsa engendra nuevas anomalías o incrementa su prevalencia:

«Las características de la urbanización moderna pueden tener efectos nocivos sobre la salud mental por la influencia de los factores estresantes, más frecuentes, y de acontecimientos vitales adversos como los entornos superpoblados y contaminados, la pobreza y la dependencia de una economía monetaria, los altos niveles de violencia y el escaso apoyo social (Desjarlais et al. 1995). » (4)

En contrapartida al desquicio actual, el de la sociedad del hombre máquina, recordemos el estudio ya clásico de Margared Mead sobre la adolescencia en la sociedad Samoana:

¿Podemos pensar en la adolescencia como en una época de la vida de cada niña que implica síntomas de conflicto y zozobra, al tiempo que se produce un cambio en su cuerpo? Siguiendo a las jóvenes samoanas a lo largo de todos los aspectos de su vida hemos procurado hallar respuesta a esta pregunta, descubriendo que ella debía ser negativa en todos los puntos. La adolescente en Samoa difería de su hermana que no había llegado a la pubertad, en un aspecto esencial: en la muchacha mayor se presentaban ciertos cambios corporales ausentes en la más joven. No había otras diferencias notables […]» (5)

En otras palabras, los problemas de conducta que acaecen en las adolescentes son únicamente producto de un tipo de interacción social. No son fenómenos o conductas naturales. Según Mead aquello que evita que los samoanos actúen tan torpemente como los seres máquina ultra-desarrollados es:

«El factor que hace del crecimiento, en Samoa, un asunto tan fácil y sencillo, es el predominio de un clima de complaciente indiferencia que penetra toda la sociedad. Porque Samoa es un lugar en que nadie arriesga mucho, nadie paga precios muy elevados, nadie sufre por sus convicciones o pelea hasta la muerte por objetivos especiales. Los desacuerdos entre padres e hijos se resuelven cruzando el niño la calle; entre un hombre y aldea, mudándose aquél a otra; entre un esposo y el seductor de su esposa, con unas cuantas esteras finas. Ni la pobreza ni grandes desastres amenazan a la gente para que ésta se aferre a su vida y tiemble por la continuidad de su existencia. No existen dioses implacables, prestos a la ira y severos en el castigo, que perturben el curso uniforme de sus días. Las guerras y el canibalismo han desaparecido hace mucho tiempo y en la actualidad la máxima causa de dolor con excepción de la muerte misma, la constituye el viaje de un pariente a otra isla. A nadie se le apura en la vida ni se le castiga ásperamente por su lentitud en el desarrollo. Por el contrario, el capaz, el precoz, son demorados hasta que los más lentos hayan alcanzado su paso. Y en las relaciones personales […] Desde los primeros meses de su vida, cuando la niña pasa descuidadamente de las manos de una mujer a las de otra, se aprende la lección de no preocuparse demasiado por una persona ni depositar grandes esperanzas en cualquier relación.» (6)

Es decir, es falso aquel argumento que sostiene que la matriz de la sociedad expansiva actual es la superación de las sociedades anteriores, al contrario: crea nuevos problemas y complica otros Como también falso que toda sociedad lleve por guía el criterio de la competencia entre sus miembros, y que las deficiencias de la ciudad-maquina son sólo productos de una mala gestión del Estado en ajustar sus tuercas.

Entonces, ¿A dónde nos lleva la competencia? Marvin Harris dirá otro tanto al exponer el alto índice de productos mal hechos en la fábrica, producto a su vez de la monotonía y el displacer en los trabajadores de la industria norteamericana. (7)

¿A dónde, pues, nos lleva la competencia? ¿Competimos para vivir o para que otros y pocos nos vivan? ¿Es la competencia una práctica natural? ¿Hay algo natural que a su vez no varíe? Pues no y, con respecto a la competencia, ésta no se entiende o práctica de un único modo en todas las especies o no encierran el mismo objetivo. En el caso del ser humano, éste no actúa únicamente por naturaleza sino por las ideas que configuran su deber hacer. Y así encontramos sociedades, como los Kung! San, habitantes del Kalahari, en las cuales no se dan preeminencia a la producción o a la acumulación de ella (8). Por otro lado, el afán expansivo o global de la sociedad excelsa es algo que va en contra de un mecanismo natural que permite la evolución, me refiero al principio de diversidad o variabilidad de las especies. Pues si todo se manifiesta igual, todo caerá de sopetón o no tendrá en su diferencia estrecha modo de adaptarse de mejor modo o subsistir; más es el problema cuando la sociedad excelsa es imagen, un cascaron de deleite; cuando su producción técnica se ha dado más por azar, a ciegas y en vistas a su venta que a eliminar las deficiencias de lo humano.

¿Cómo es posible que la sociedad excelsa ande como moribunda si los criterios que la hacen y dirigen son democráticos y científicos? Si su estructura económica, a decir de sus corifeos y lambiscones letrados, embrujadores de asnos, es la más afín a la naturaleza humana, ¿Por qué esa sociedad no reduce sus cifras en las estadísticas de disfuncionalidad mental?

«…la depresión es un trastorno mental frecuente, responsable de una altísima carga de morbilidad, y se prevé que mantendrá una tendencia ascendente durante los próximos 20 años. » (9)

Si fueran problemas que acaecen producto de su poca adaptabilidad entonces no es plenamente natural el hombre modelo de la sociedad excelsa, el empresario capitalista, el emprendedor de hoy. Sino lo que tenemos es la tensión de aquella sociedad al tratar de internalizarse o sublimarse en las conciencias humanas. Es aquella internalización una de las muchas que podría experimentar el ser humano. Es uno de los muchos caminos que puede seguir la especie que ya ha recorrido muchos y diversos pero que por desgracia, a partir del surgimiento y expansión del miedo al vacío de autoridad, se ha allanado. Y como ya sabemos, por las disfuncionalidades y destrucción que acarrea aquel camino, el de la competencia con fines a la maximización de la ganancia y la diferenciación social, sólo nos llevará al fin o a estar cada vez más cerca del abismo. No será una internalización viable porque choca con elementos naturales al hombre: la incertidumbre, la libertad y la diversidad. Criterios ajenos a la sociedad capitalista pues ella es tan optimista, en ella un total supedita a las diferencias y la libertad es la libertad de unos pocos que no son tan libres sino victimas de la secularización de la superchería judeo-cristiana. Locura normalizada que por ser antinatural no pude contener los continuos despistes de los hombres máquina, en palabras de Fromm: patología de la normalidad.
 

LAR

Notas

(1). OMS: Informe sobre la salud en el mundo 2001. Salud mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas. Ginebra, 2001; p.3.
(2). Ibídem, p. 33-34.
(3). Ver: Erich Fromm: Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. FCE., México D. F., 1964; p. 14-17.
(4). OMS, op. cit., p. 13.
(5). Margaret Mead: Adolescencia, sexo y cultura en Samoa. Editorial Planeta-De Agostini, Barcelona, 1985; p. 186.
(6). Ibídem, p. 187-188.
(7). Marvin Harris: ¿Por qué no funciona nada? En: La cultura norteamericana contemporánea. Una visión antropológica. Alianza Editorial. Madrid, 1990.
(8). Marvin Harris: Antropología Cultural. Alianza Editorial. Madrid, 2004; p 249-250.
(9). OMS, op. cit., p.30.


 

Humanidad. Nº 17