El castrismo y la represión contra los homosexuales
y el mea culpa de Fidel
Es de conocimiento público que Fidel Castro
reconoció últimamente la responsabilidad de su “revolución” en la represión
contra los homosexuales en los años 60 y 70 del siglo pasado. Dijo que había
sido un error muy grave, que él en persona era el principal responsable,
pero no pidió perdón a todos esos miles de encarcelados y condenados a
trabajos forzados por el “delito” o la “enfermedad” de ser homosexuales.
Leyendo el sitio kaosenlared.net hemos caído justo sobre un artículo del
“camarada” Alberto Roque Guerra del 5 de octubre del 2010 titulado “Las UMAP
y los perversos cubanólogos”, quien trata de explicar el porqué de la
represión y la ausencia de culpabilidad delictiva en ese hecho y la repuesta
de alguien que se identifica como “un joven cubano”, de la misma fecha y
titulada “Justificar lo injustificable”. Vamos a proceder a sintetizar ambos
criterios y, al final, yo daré mi modesta opinión sobre el sujeto que nos
ocupa.
El mismo Roque hace un listado de sus justificativos, que es el siguiente:
1. La medicina consideraba la homosexualidad una enfermedad mental, hasta
1973 por la Asociación Americana de Psiquiatría y hasta 1990 por la OMS
(Organización Mundial de la Salud).
2. Alta tasa de analfabetismo (en Cuba de aquél entonces) y casi nula
educación sexual.
3. La formación del ideario nacionalista e independentista cubanos
estuvieron siempre ligados al patriarcado y a la virilidad excesiva.
4. La homosexualidad era ilegal, se condenaba su práctica, incluso en
privado, hasta con 6 años de privación de libertad.
5. Alta beligerancia de los EEUU de América con ataques terroristas,
invasiones armadas e instauración de un bloqueo económico, financiero y
comercial.
6. Aplicación de políticas de corte stalinista debida a los vínculos con la
Unión Soviética y la influencia de los miembros del partido Socialista
Popular (comunista). Lenin había despenalizado la homosexualidad luego del
triunfo de la Revolución Socialista de Octubre y Stalin la penalizó en 1934…
desde entonces las leyes contra la homosexualidad se mantuvieron intactas a
pesar de la llamada destalinización. El ideario comunista de entonces
consideraba la homosexualidad como una aberración social y un rezago
burgués.
7. Radicalización del proceso revolucionario cubano, reclutamiento de
jóvenes frecuentes hacia áreas militares y productivas. El pueblo cubano no
percibía esos centros de trabajo como campos de concentración.
8. El trabajo se consideraba como “formador de hombres de bien” y se
confiaba en su efecto reformador e higienista.
9. Los jóvenes sin vínculo laboral y aquellos que por su orientación sexual
e ideas religiosas no estaban en “condiciones” de servir en el ejército
fueron enviados a estas unidades de ayuda a la producción (trabajos
forzados, aclaro yo Víctor Fréjus).
Ahora veamos lo que responde el “joven cubano”:
Comienza afirmando que no tiene una formación de jurista y que, por tanto,
no puede sostener ni negar que la represión de los homosexuales en Cuba
constituya un delito de lesa humanidad (a pesar de los miles que padecieron
en carne propia esa política represiva). Eso podría corresponderle discernir
a la Corte Penal Internacional u otras organizaciones supra nacionales
semejantes.
Continúa diciendo que el desconocimiento del derecho penal por parte de
Roque debería descartar su pretensión de erigirse en abogado del diablo. “La
reconciliación entre el Estado y las víctimas de un episodio oscuro debe
empezar por casa”
“Lo que pretende el Sr. Roque es convencernos de que “bueno, ya pasó, que no
se repita, borrón y cuenta nueva”. No considera ese “camarada” las
indelebles marcas físicas y psicológicas que una experiencia de ese tipo
dejó en las que la vivieron y en la sociedad”.
Es verdad que la medicina consideró la homosexualidad como una enfermedad
mental hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado, pero “lo que no
es cierto es que asociación médica alguna haya recomendado como tratamiento
para esta “patología” el encierro de personas homosexuales contra su
voluntad. ¿O debemos considerar esto como una especie de “ensayo clínico”?
También es cierto que existía una alta tasa de analfabetismo e ignorancia,
pero no fue a los ignorantes que se les ocurrió encarcelar a los
homosexuales sino que los ideólogos, los fundadores, los que la concibieron
poseían la mayor parte estudios superiores.
“El Sr. Roque utiliza al pueblo, habla en su nombre, para afirmar que la
revolución vivía un proceso de intensa radicalización que la impulsaba a
proceder a “reclutamientos frecuentes” hacia las áreas productivas, sin
embargo este sesgo político no tiene nada que ver con la práctica abusiva de
la represión de los homosexuales, y eso de que el pueblo cubano “no
evidenció esos campos de encierro como campos de concentración”, pues que lo
digan los que allí estuvieron. En todo caso ni el Sr. Roque ni el joven
cubano habían nacido todavía en aquél entonces.
El joven termina así “Algunas cabezas debieron haber rodado más si en su
momento no lo hicieron es ingenuo pedirlo hoy. Para empezar de nuevo se
impone no asumir responsabilidades sino pedir sentidas disculpas, esa será
la única manera viable de redimir a las víctimas hoy en día”.
Mi opinión: Debo hacer recordar a los lectores de “Humanidad” que en los
años 60 y 70 nadie sabía, fuera de Cuba, que se estaba reprimiendo a los
homosexuales, que la homofobia era un hecho y que la revolución que tanto
admirábamos ya había dejado de ser libertaria, como al parecer lo fue
durante los primeros meses del año 1959. En mi caso, pude percatarme del
problema en 1971 con motivo del proceso judicial contra el poeta Padilla en
La Habana, al que se le trató de una manera tan injusta que ello originó que
muchos intelectuales en el mundo rompieran con el castrismo, entre ellos el
peruano Mario Vargas Llosa. Simplemente Padilla fue castigado por escribir
una novela llamada “Bajo la hierba” en la que, en su calidad de oficial del
ejército rebelde denuncia que, justamente ese sector de la oficialidad
gozaba de privilegios mientras la tropa era discriminada injustamente.
Padilla, amenazado de muerte o de sufrir una larga carcelería, fue obligado
a declararse culpable de ser agente de la CIA, complotista
contrarrevolucionario y de ideología burguesa, igual como pasó en 1936
durante los procesos de Moscú que vieron la liquidación de la mayoría
inmensa del Comité Central bolchevique en Rusia. Es decir mascarada de
procesos judiciales, abuso en el más crudo sentido de la palabra. En este
caso Padilla no fue fusilado, sino condenado a la prisión y al ostracismo.
En esa oportunidad, período de Velasco, yo ya había salido de una carcelería
de 8 años y fui invitado a una reunión en casa del amigo Carlos Vásquez para
conversar con un miembro del Comité Central del Partido Comunista Cubano que
estaba de paso por Lima para tratar sobre el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas entre el Perú y Cuba. En un momento de la
conversación, yo le increpé al dirigente cubano la injusticia que se había
cometido con Padilla, él arguyó que en Cuba había una “dictadura del
proletariado” que tenía que ser “firme con las tentativas de restauración
capitalista por parte de los conspiradores como era el caso de Padilla”. Mi
respuesta fue que, aún admitiendo que en Cuba existía una “dictadura del
proletariado”, ¿no es verdad que se trata de la dictadura de la inmensa
mayoría sobre una ínfima minoría, que incluso había huido a Miami, qué podía
temer el gobierno revolucionario de las críticas de individuos aislados,
esas críticas más bien no podían contribuir a enriquecer el proceso? Llevado
así hasta las cuerdas en cuanto a argumentación, sólo le quedó soltar que
“Padilla era un homosexual, que el Partido había querido “curarlo”
consiguiéndole una “compañera”, y que él pagaba muy mal el acto protector
del partido”. En ese momento Héctor Béjar me calló diciéndome “¿ya ves,
porqué te metes a discutir?” En todo caso, allí terminó este triste debate,
en mi fuero interior juré no continuar viendo en el gobierno castrista el
non plus ultra del revolucionarismo, si bien pensé y pienso que hay que
luchar contra el bloqueo que más bien lo fortifica por el síndrome de la
“fortaleza asediada” con el que engaña a tirios y troyanos pero sobre todo a
sus propios obreros y campesinos que ahora están soportando los 500 mil
despidos de la función pública y la aceleración de la marcha ineluctable
hacia la restauración del capitalismo privado, porque capitalista de Estado
ya lo es. Así como en 1971, me sigo solidarizando con las minorías sexuales
de las cuales quizás yo mismo formo parte.
Lima, 11 de octubre del 2010.
Víctor Fréjus
Humanidad. Nº 16