Editorial

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En octubre, en Lima, se lanzaron a las urnas los creyentes en la representatividad y los que viven de la ingenuidad de estos últimos. Era la fiesta democrática, era la fiesta del anzuelo de la unidad. Buscaban un nuevo administrador del campo santo limeño pero ahora ilusionados en la esperanza de que una mujer lo iba a hacer mejor, tanto más al ya estar un poco cansados de muditos coimeros y de los secuaces de chinitos trabajadores, de cholitos de Harvard y de búfalos elocuentes, derivaron sus votos en dos viejas sirenas del capital. Una de ellas de la izquierda liberal-católica (todo esto es posible en un mundo que no para de contradecirse), patriótica, democrático burguesa e intelectual de separata en papel cuché. Mientras que la otra de las filas de la derecha que se deleita con las hostias, patriótica y capitalista hasta el tuétano, democrática convenida e intelectual de devocionario.

Es decir dos posiciones nada diferentes y que poseen como cabezas a dos sirenas que únicamente tienen como elemento diferenciador su estado civil. Pues, más de lo mismo pero en empaque femenino.

Mientras que los efectos nocivos del sistema industrial, el máximo problema que enerva a la sociedad y que a su vez la embruja, no se detendrá ante los sutiles y amorosos cantos de contención de aquellas sirenas. Pues, el sistema industrial es propiamente una organización que supedita todo en función de la producción y la concentración de ella tanto en un espacio limitado como en pocos manos. Por dicha razón las promesas de control ambiental no van a ser posibles de concretarse porque esto ya es anti-competitivo, esto es gastar en otros y no en función de la maximización de la ganancia. La eliminación del caos vehicular tampoco resultará porque el propio sistema productivo, avalado y potenciado por las dos sirenas, impulsa al consumismo (ver como necesidad imperiosa tener un auto y al tenerlo el no confundirse con los que aun no llegan a tal status) y la concentración de cada vez más gente en un sector (los consumidores en la ciudad que se reproducen y reproducen sus manías). Además ¿ya alguna de aquellas sirenas ha salido en su discurso fuera de los convencionalismos electorales, es decir fuera de las mediciones sobre la pérdida de horas hombre por la congestión vehicular? Pues su manía competitiva y/o oportunista no hace que los efectos de la presión vehicular en la salud mental de los ciudadanos sean relevantes. Ya la propia urbanización los potencia, ya la propia tecnología los acrecienta. Te los crea y luego te los intenta resolver previo pago.

No se puede proceder adecuadamente sin dejar a un lado el sistema de competencia. Pues, la reafirmación de ésta incrementará la extensión del campo santo: muertos competitivos a granel, hombres máquina a bajo precio.

Y ¿la consulta popular? ¿Es que alguna de aquellas sirenas lo es por elementos extraños a su carisma? ¿No son sus partidos clubes eleccionarios como lo han sido todos los partidos desde que emergieron a la vida? ¿No se confunden “nuestros” ingenuos sociólogos –a muchos de ellos la sociología sanmarquina les quitó la poca posibilidad de ser creativos- cuando hablan de crisis de partidos? ¿Importa la voz de la gente en un mundo donde todo es plano, donde todo se etiqueta, donde antes de ser es necesario estar en un papel, en donde se responde por formulario y mediante intermediarios?

La democracia es el opio del pueblo: le mata y le da esperanza a la gente, le endulza la agonía, le hace ser participe irreal de algo que no saborea cuando despierta luego de la borrachera unitaria. Es mísera religión como el cristianismo que hormigea en octubre. Miseria que genera miseria como respuesta (religión cristiana) pero a su vez los protege- así se sienten los creyentes- dándoles esperanzas vanas frente a un mundo vano. Pero aquella misma religión protege a la miseria productiva que no tienen esperanzas sino la realidad del control del poder. ¿Tal contradicción no te pone en tensión? Y cuál es la solución, pues que rayes la totalidad y la competitividad, que te desligues de la unidad en la competencia.

Para finalizar hacemos saber que en este número publicamos un comunicado del grupo Humanidad que responde a un mensaje de un sujeto –que es apoyado por una cuadrilla de recién llegados y despistados- que se quería pasar de listo, nos acusa de apropiarnos del periódico Humanidad, periódico del cual basta revisar sus ediciones desde el primer número para darse cuenta quiénes son los que lo mantienen y en él escriben. Pues, los mismos que escriben estas líneas y no un sujeto que tiene por único record el mantenerse ya diez años en la movida engatusando a la gente y en especial a los de fuera de este reino. Que jamás ha escrito en este periódico un texto digno de uno que se cultiva en el ideario crítico y/o anarquista. Y que pretende que con su seudónimo va a cubrir su mediocridad y malas artes. Ahora que ha decido dejar el periódico, preguntamos ¿cuándo un anarquista ha dejado un periódico a alguien a quien acusa de policía? Quedó en evidencia y a su vez se quedó sin los giles que escribían para que aquel continuara medrando. Nos recordó a un mercachifle de la anarquía, al que se apropió de Desobediencia.

 

 

Humanidad. Nº 16